Moraga con sabor a fútbol
Miles de malagueños celebraron el Día del Espeto junto a la selección. La quinta edición de esta celebración reparte gratuitamente sardinas, langostinos y tomates en la playa de La Misericordia.
Diez sardinas por caña, clavadas con sumo cuidado para que ninguna se rompa y puestas en el fuego no más de tres minutos -colocando siempre sobre las brasas la parte de las espinas en primer lugar- . Si a esta receta, de sabor inconfundible en Málaga, se le suma que su consumo no implica ningún gasto para los asistentes y que, como sonido ambiente, suenan las famosas ‘vavuzelas’ que tanto están dando de que hablar, el resultado no podía ser otro. Miles de malagueños disfrutaron anoche de una suave tarde de verano en la Playa de la Misericordia con la celebración del Día del Espeto.
La llegada de la temporada estival no pudo ser recibida de mejor manera: moraga y fútbol. Un binomio que atrajo a numerosas personas de todas las edades. El Día del Espeto, que cumplía cinco años, estuvo organizada conjuntamente entre el Área de Playas del Ayuntamiento y la Asociación Provincial de Empresarios de Playas. En total, repartieron 1.500 kilos de sardinas, 500 kilos de langostinos y otros 550 de tomates. La afluencia prevista era de más de 3.000 personas.
Largas colas
Las brasas se encendieron sobre las ocho de la tarde, aunque muchos visitantes de arremolinaron desde tiempo antes alrededor de las vallas que intentaban organizar las colas y evitar que nadie se colase. Estas esperas superaron en algunos momentos los cuarenta minutos, aunque los continuos «uy», «pásala» y «gol» de los amantes del fútbol, amenizaron la tardanza. Y es que con motivo del partido entre España a Honduras, los organizadores colocaron una pantalla gigante que retransmitía el enfrentamiento para que nadie se perdiera ni una sola jugada.
«No hay que despistarse porque con la emoción del partido te comes hasta las espinas de las sardinas», reía Manolo Estévez, que había acudido a la fiesta junto a toda su familia. «Nuestro plato de espetos, nuestra cerveza y viendo a España. Además, estamos tranquilos porque los nietos están jugando sin peligro en los columpios. No se puede pedir más», añadía este jubilado.
Unos quince espeteros se encargaron de que a ningún asistente le faltara de nada y de que las sardinas estuvieron en su punto. Y por las sonrisas de los presentes, lo consiguieron. En general, los platos convencían. «Llevan un puñado de langostinos y un par de mejillones, un tomate picado, seis sardinas y un trozo de pan», explicaba María, que había acudido por casualidad a esta fiesta y no se había podido evitar acercarse para probar bocado. «Ya tenemos la cena preparada».
Sillas de casa
Tras la espera, la recompensa era un plato por persona, aunque más de uno quiso llevarse el suyo y el de toda su familia. Con él en las manos, cualquier lugar era bueno para degustarlo. Los afortunados en los bancos, los previsores en las sillas que se habían traído de casa y los que podían sobre el césped. Uno de los lugares preferidos para posicionarse fueron las características letras de La Misericordia, que aguantaron el peso de más de una veintena de jóvenes que se acomodaban en cada una de sus curva para ver en altura la pantalla instalada. «Hay que coger el mejor sitio para ver la pantalla, aunque tengamos que esperar para comer sardinas», explicaba uno de estos jóvenes.
En el descansado del partido del Mundial, la barra que repartía cerveza, refrescos y vino fue la más concurrida. «Nos hemos traído mesas y sillas de casa para ver el partido y cenar. Sólo nos faltaba la bebida. No sólo venimos porque sea gratis, sino por disfrutar del ambiente. El Día del Espeto se ha convertido en una fiesta popular», contaba Nuria, sin dejar de trocearle las sardinas a su hijo Dani, de cuatro años.
La llegada de la temporada estival no pudo ser recibida de mejor manera: moraga y fútbol. Un binomio que atrajo a numerosas personas de todas las edades. El Día del Espeto, que cumplía cinco años, estuvo organizada conjuntamente entre el Área de Playas del Ayuntamiento y la Asociación Provincial de Empresarios de Playas. En total, repartieron 1.500 kilos de sardinas, 500 kilos de langostinos y otros 550 de tomates. La afluencia prevista era de más de 3.000 personas.
Largas colas
Las brasas se encendieron sobre las ocho de la tarde, aunque muchos visitantes de arremolinaron desde tiempo antes alrededor de las vallas que intentaban organizar las colas y evitar que nadie se colase. Estas esperas superaron en algunos momentos los cuarenta minutos, aunque los continuos «uy», «pásala» y «gol» de los amantes del fútbol, amenizaron la tardanza. Y es que con motivo del partido entre España a Honduras, los organizadores colocaron una pantalla gigante que retransmitía el enfrentamiento para que nadie se perdiera ni una sola jugada.
«No hay que despistarse porque con la emoción del partido te comes hasta las espinas de las sardinas», reía Manolo Estévez, que había acudido a la fiesta junto a toda su familia. «Nuestro plato de espetos, nuestra cerveza y viendo a España. Además, estamos tranquilos porque los nietos están jugando sin peligro en los columpios. No se puede pedir más», añadía este jubilado.
Unos quince espeteros se encargaron de que a ningún asistente le faltara de nada y de que las sardinas estuvieron en su punto. Y por las sonrisas de los presentes, lo consiguieron. En general, los platos convencían. «Llevan un puñado de langostinos y un par de mejillones, un tomate picado, seis sardinas y un trozo de pan», explicaba María, que había acudido por casualidad a esta fiesta y no se había podido evitar acercarse para probar bocado. «Ya tenemos la cena preparada».
Sillas de casa
Tras la espera, la recompensa era un plato por persona, aunque más de uno quiso llevarse el suyo y el de toda su familia. Con él en las manos, cualquier lugar era bueno para degustarlo. Los afortunados en los bancos, los previsores en las sillas que se habían traído de casa y los que podían sobre el césped. Uno de los lugares preferidos para posicionarse fueron las características letras de La Misericordia, que aguantaron el peso de más de una veintena de jóvenes que se acomodaban en cada una de sus curva para ver en altura la pantalla instalada. «Hay que coger el mejor sitio para ver la pantalla, aunque tengamos que esperar para comer sardinas», explicaba uno de estos jóvenes.
En el descansado del partido del Mundial, la barra que repartía cerveza, refrescos y vino fue la más concurrida. «Nos hemos traído mesas y sillas de casa para ver el partido y cenar. Sólo nos faltaba la bebida. No sólo venimos porque sea gratis, sino por disfrutar del ambiente. El Día del Espeto se ha convertido en una fiesta popular», contaba Nuria, sin dejar de trocearle las sardinas a su hijo Dani, de cuatro años.
