Los chiringuitos de Málaga recuperan el nivel precrisis

Los meses de julio y agosto dejan una ocupación plena gracias al tirón del turismo nacional y el sector espera recuperar al viajero extranjero para lograr un 2022 de récord. El refranero popular de la lengua española es rico y está lleno de lecciones que se pueden aplicar a la vida. Una dice así: «No cortes el árbol que te da sombra». Los paseos marítimos de la provincia de Málaga están llenos de árboles y no todos echan raíces en el sentido más estricto de la acepción. Es un día caluroso en Torremolinos y hace mucha humedad. A pocos kilómetros en dirección oeste de la capital, se levanta todo aquello que ha hecho de la Costa del Sol un destino del turismo organizado a escala internacional.
Un hotel se da la mano con el siguiente y, cada cien metros, comienza una sección de playa nueva. Los Álamos, Playamar y, más adelante, El Bajondillo. ¿Qué o quién es una playa en la provincia de Málaga sin su chiringuito? Nada o casi nada. Aunque algunos quedan que aún tienen una estructura que invite a pensar en una existencia provisional, son una institución inamovible. Y aquí, donde el olor a crema solar y carbón se fusionan en el aire, comienza este viaje para saber cómo está siendo este verano para los chiringuitos de la provincia, después de que un tsunami llamado coronavirus arrasara con todo.
Un primer barrido a simple vista, cuando están a punto de dar las una del mediodía, seguido de un paseo prolongado en el que se va dejando atrás un chiringuito tras otro, deja un primer estado de ánimo optimista. Las hamacas de las playas, con sus sombrillas de esparto, están llenas. Las otras sombrillas, las que traen los bañistas de casa, forman un mosaico de colores cerca de la orilla.
Íñigo Sanz es un joven de Navarra, que ha llegado hasta aquí con un grupo de amigos. Buscan donde almorzar. «Todo está lleno», dice.
Parece algo estresado. «Queremos comer unas sardinas, que nos gustaron mucho el otro día. A ver dónde pillamos sitio, si es que pillamos…». Ahora se arrepiente de no haber reservado.
Las personas que sí lo han hecho se movilizan y los chiringuitos de la zona se van llenando. La mayoría lleva chanclas y gafas de sol. Algún holandés entra descalzo. Muchos niños, recién salidos del agua, aparecen liados en toallas de playa.espetar sardinas. Es de obra y, gracias a una reciente reforma, la fachada entera de este chiringuito está acristalada y permite ver el mar. El reloj ahora marca las dos y el espetero de Los Manueles tiene mucho trabajo.
Sardina tras sardina y pescado tras pescado. Así cocina sobre las ascuas que genera la madera de olivo. De la pandemia que todavía azota al mundo, aquí no se notaría nada si no fuera por la distancia que hay entre las mesas y las mascarillas de los camareros. El chiringuito, después de algunos episodios de cierres forzosos, vuelve a ser una prolongación de cualquier excursión a la playa. La ocupación de los que se ubican en Torremolinos es plena. José Recio, propietario de El Pescador, en El Palo, frente a su negocio. Asegura estar «contento» con la marcha del verano, pero recuerda que vienen de unos meses muy duros y que las restricciones siguen mermando el negocio. Recio pide que se levanten las restricciones en los interiores y mejoras en la zona de El Palo
Manuel Villafaina es el propietario de Los Manueles y es la persona más indicada en la provincia para hablar sobre la situación en la que se encuentra el sector y para ponerle cifras a lo que va de verano.
Villafaina también es el presidente de la Federación de Empresarios de Playas de Andalucía.
Está en contacto casi diario con propietarios de chiringuitos de Málaga y otras provincias. Villafaina se muestra contento. «Muy contento», enfatiza. Julio y agosto permiten establecer un paralelismo directo con el verano de 2019, el último antes de la pandemia.
«Los meses de julio y de agosto están siendo algo espectacular. Estamos a la altura de 2019, que ya fue un año excelente», explica Villafaina. «En algunos casos se está mejorando, incluso, el 2019». También apunta a que julio y agosto han sido unos meses de «ocupación plena». Esto significa que, tanto a la hora del almuerzo como a la hora de la cena, una mesa disponible también es una mesa que se llena enseguida de comensales. «Casi todos hemos adaptado el sistema de reservas al cien por cien. Pierdes algunos clientes de paso pero es la única manera de evitar que se formen colas y poder cumplir con las normas Covid», resalta.
Luego repite otra vez que el «verano está siendo espectacular».
Sabor a normalidad
Visto en perspectiva, la buena marcha de los chiringuitos no solo es un alivio para la economía local. También es un bálsamo a nivel psicológico. La pandemia ha puesto en duda certezas y relaciones laborales que parecían imperecederas. Esas dudas quedan ahora despejadas y se constata que la fórmula de playa, vacaciones y chiringuito sigue siendo una fórmula de éxito. Con una particularidad: la recuperación se fundamenta en el turismo nacional.
«El que ha tirado es el español. Tanto de Andalucía como del resto del país. Hemos visto que hemos tenido a muchos españoles que han venido por primera vez, que desconocían nuestras playas. Y puedo asegurar que han quedado encantados», reseña el presidente de los empresarios de playa. Si en 2022 se logra sumar otra vez al cliente extranjero, Villafaina vaticina un verano con una facturación nunca vista en la Costa del Sol.
Los chiringuitos son un factor importante para la economía de la provincia. Ahora mismo, según los datos proporcionados por la Federación de Empresarias de Playas de Andalucía, hay unos 40.000 empleos directos y no quedaría ningún trabajador que siga en ERTE.
En este punto, los sindicatos frenan la euforia que hay detrás de este dato y ofrecen un relato con matices. El secretario general de CCOO en Málaga, Fernando Cubillo, asegura que en muchos chiringuitos «falta personal». «Los empresarios, en esta ocasión, están teniendo mucho beneficio. Pero no acompaña ese beneficio al volumen de empleo que había en el año 2019».
La carretera lleva ahora a Fuengirola, donde el chiringuito también ha sabido adaptarse a los actuales tiempos sin perder autenticidad. La Cepa Playa es un ejemplo de ello. Llevado en tercera generación, abrió sus puertas en 1959. Algunos críticos gastronómicos incluso hablan de tendencia cultural.
Antonio Jiménez, gerente de La Cepa Playa, mide el éxito en tangibles: barriles de cerveza y cajas de sardinas vendidas. «Para que un fin de semana sea bueno, yo, en mi negocio, tengo que vender 25 barriles y 35 cajas de sardinas. Cajas de siete kilos. Yo esos hitos los he cumplido», explica. Cuando se le pregunta por cómo ha ido el verano hasta ahora, tampoco duda en mostrarse rotundo: «El verano está siendo excelente».
Las buenas sensaciones que transmiten los empresarios de los chiringuitos también llegan a los despachos de las administraciones.
Margarita del Cid es la consejera delegada de Turismo Costa del Sol. En el análisis que hace de la situación, dibuja un escenario en el que lo peor de la crisis ya forma parte del pasado.
«Todo apunta a que los empresarios de playa están experimentando un buen verano en términos económicos, lo que sin duda es una excelente noticia para la Costa del Sol y coincide con nuestras previsiones de que la segunda parte del año vendría en gran medida a compensar las pérdidas registradas durante los meses más cruentos de la pandemia», señala.
El Palo sin chiringuitos es como una cuadra sin animales o como un almiar sin paja. Aquí se encuentra el restaurante El Pescador, un negocio con 52 años de historia. «No me quejo», sentencia José Recio, el dueño de este negocio. Pero el verano podría ir mejor. Pese a que la terraza siempre ha estado concurrida, lanza un mensaje a las autoridades y recuerda que las restricciones en interiores y para el consumo en barra le están coartando de ingresos, sin que se le compense por ello: «Ni con ayudas ni con rebajas fiscales».
«Yo siempre he tenido a dos camareros en barra. Ahora solo tengo uno», lamenta. Aunque se perciba un horizonte halagüeño, insiste en que los chiringuitos vienen de tocar fondo.
Ahora es de noche y el termómetro muestra algo de compasión. En los chiringuitos de Pedregalejo tampoco queda un hueco libre. La brisa del mar acaricia y el fuego para los espetos crepita. Es como si la paz mundial se sentara en la mesa. Estos negocios, al menos en la provincia de Málaga, gozan otra vez de buena salud y dan oxigeno a la economía local.

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