El espeto es el rey del chiringuito en el verano más difícil para el turismo.
En el verano de la nueva normalidad, en el que hay que llevar mascarilla para disfrutar de la brisa marina, hay placeres que se mantienen, como degustar un espeto de sardinas en el chiringuito, un plato ansiado por locales y turistas, que empiezan a “mirar más el euro” debido a la crisis.
Los meses de confinamiento han acrecentado las ganas de estar junto al mar, pero el impacto de la pandemia en la economía se nota en los restaurantes andaluces a pie de playa, donde los empresarios han observado que el consumo se ha resentido.
La cuarentena y limitaciones impuestas por varios países, entre ellos el Reino Unido, a los viajeros procedentes de España han supuesto un duro golpe para el turismo en la Costa del Sol, que se refleja en la clientela de estos establecimientos.
“No hay prácticamente extranjeros” y en general el gasto medio es “más bajo que otros años”, ha explicado a Efe el presidente de la Federación Andaluza de Empresarios de Playas (Faeplayas), Norberto del Castillo.
En este verano atípico “la gente tiene necesidad de acercarse al mar e ir a la playa” y de disfrutar de la gastronomía andaluza durante sus vacaciones, hasta el punto de que “hay quien antes de descargar las maletas del coche se toma un espeto”, pero también hay mucha “inquietud” por la situación económica.
En líneas generales, los clientes recurren más a platos refrescantes como el gazpacho o la ensalada, así como al espeto de sardinas y piden un menor número de raciones de pescaíto que en veranos pasados, algo que también se observa en las bebidas: “en vez de dos cervezas se toman una o piden tinto de verano en vez de un buen vino”.
“El consumo es una cuestión de ánimo”, ha asegurado el presidente de Faeplayas, que sostiene que normalmente el español consume más que el extranjero en estos establecimientos, y este año “por razón psicológica o económica, gasta menos”.
Para muchas personas, sobre todo aquellas que viven en las grandes ciudades, las vacaciones se han convertido en “una necesidad social”, señala Del Castillo, quien apunta que la pandemia ha afectado a los bolsillos de empresarios, autónomos o empleados que están en ERTE y no saben cuál va a ser su situación en otoño.
A sus 79 años, este empresario que lleva 53 años al frente del chiringuito “Los Náufragos” en Fuengirola, también ha observado “más tensiones y problemas de convivencia” entre los clientes este verano, bien por el uso de la mascarilla, la distancia social o “cualquier pequeño detalle” en la comida.
La marcha de estos negocios depende mucho de su ubicación, ya que los que “viven” más del turista extranjero están “acusando” en mayor medida la crisis.
En el chiringuito Royal Beach Pirata, ubicado en Mijas Costa, la afluencia de clientes se ha reducido a la mitad y el 80 por ciento de los comensales son ahora españoles, cuando en años anteriores el 90 por ciento eran extranjeros.
Carlos Morales, copropietario del restaurante junto a su hermano Sergio, afirma que el espeto de sardinas es “el plato estrella” y que había “muchas ganas de playa y mar” este verano, en el que los clientes están “mirando un poco más el euro” por la situación económica.
El empresario, que aún tiene a la mitad de su plantilla en ERTE, también se ha percatado de una tensión inusual entre los comensales: “todo el mundo está con la escopeta cargada”, ha asegurado a Efe.
Los españoles, que son “más exigentes” en cuanto a la calidad y precio de los productos, “llevan mejor” las medidas de prevención ante la COVID-19 que los “pocos” extranjeros que ahora consumen en el establecimiento porque muchos “no comprenden” las normas establecidas en nuestro país, ha indicado.
Pese a la reducción del aforo, Morales aspira a mantener el chiringuito abierto en los próximos meses para poder hacer frente a los gastos e impuestos porque “la solución no es retrasar los pagos; eso es hacer la pelota más gorda”, ha aseverado. EFE